Siento
la necesidad de escribir estas líneas, a fin de aclarar en algo más de 140
caracteres, la visión del escenario de confrontación política entre el Gobierno
Nacional y Hugo Moyano, Secretario General de la Confederación General del
Trabajo. En los últimos días, las redes sociales explotan de agresiones y la
muletilla de traidor unida al apellido Moyano. No solo Hugo, sino también sus
hijos Pablo y Facundo. Como peronista por convicción, lo cual se sustenta en
cuestiones ideológicas y doctrinarias, causa dolor percibir un clima de
hostilidad y descalificación continua al líder del Movimiento Obrero
Organizado. No hablo de Hugo Moyano persona, hablo de Hugo Moyano Secretario
General de la CGT. Duele, leer frases que ofenden a los laburantes, a los
peronistas que abrevamos en la Doctrina Justicialista. Me parece necesario
hacer un ejercicio intelectual sano, analizar los antecedentes, los
acontecimientos que generaron esta posición ¿inexplicable? de algunos
sindicalistas y no caer en la descalificación y la estigmatización, utilizando
un léxico típico de la derecha. A riesgo, que Ud. pueda decir que Hugo Moyano
es funcional a los sectores conservadores más recalcitrantes, que el Grupo
Clarín ahora lo ve rubio y de ojos azules, siendo que 3 o 4 meses atrás era un “negro
de mierda” así, con todas las letras. Ni Hugo se volvió rubio, ni tampoco es un
“negro de mierda”, en todo caso es un dirigente sindical que lucha por su
supervivencia, por mantener su cuota de poder. Tratemos de dejar de lado las
adjetivaciones y los personalismos, porque este post no se escribe para
defenderlo, el muchacho ya está grande y tiene el cuero grueso y curtido, y
quien escribe no es un representado de ningún sindicato. Pasemos, entonces a analizar
los antecedentes. Luego de la derrota electoral de 1983 a manos de la UCR y la
asunción del Presidente Raúl Ricardo Alfonsín, el Partido Justicialista
reacciona con un grupo de dirigentes que inician un proceso al que denominan la
“Renovación Peronista” allá por 1984. El Movimiento, sufre marcados cambios hacia
el interior: la desindicalización, la institucionalización del movimiento, el
cambio organizativo del partido, la neoliberalización del mismo. El pase de
facturas por la derrota electoral se dirigió a los dirigentes “ortodoxos” y a
las “62 Organizaciones”, no olvidemos que Italo Luder era apoyado por “las 62”
para ser el candidato a presidente en las elecciones de 1983 y Felipe Deolindo
Bittel pertenecía al sector verticalista u “ortodoxo”. El “tercio” era una
regla no escrita dentro del movimiento, sobre la que se erigía el poder de “las
62”. Los principales dirigentes de la “Renovación” eran, entre otros, Carlos Grosso,
Antonio Cafiero, José Manuel de la Sota, Carlos Saúl Menem, José Luis Manzano, quienes
manifestaron su intención de tomar control del partido, asegurando el
predominio partidario de la clase política en detrimento de los dirigentes
sindicales, argumentando que la selección de candidatos electivos sería a
través de canales democráticos y no acuerdos de cúpulas con cierres de listas
en territorio sindical. Se ponía fin, de esta manera a la regla de los tercios,
uno para la rama sindical, uno para la rama política y uno para la rama
femenina. En este esquema de poder, a la que se le redactaba el certificado de
defunción, las 62 Organizaciones ocupaban el rol de legítima representante del
sector sindical dentro del movimiento, apareciendo hasta ese entonces, como la
agrupación clave en el balance de poder del partido. Luego llegaría Menem al
poder, en 1989 y las cosas irían peor para los popes sindicales.-
El
sindicalismo sufrió un gran deterioro en imagen durante la década de los ´90.
La pérdida de identificación intersubjetiva afectó principalmente al campo
sindical, que fracasó en conformar un bloque opositor unificado y consistente
que pudiera trabar las políticas conservadoras. Para entender los motivos de
este fracaso es necesario tener en cuenta, en primer lugar, los cambios
estructurales producidos por la implementación de las políticas neoliberales.
Particularmente, debemos destacar el derrumbe del poder adquisitivo de los
trabajadores y el incremento del desempleo a niveles jamás vistos en la
Argentina. Este último elemento no sólo disminuyó el número de afiliados
sindicales, sino que contribuyó a generar un efecto paralizante, debido a que
hacía muy difícil a los sectores laborales, amenazados por el despido,
movilizarse y organizarse, en una coyuntura donde miles de compañeros (el
“ejército industrial de reserva”, a decir de Marx), los podían reemplazar rápidamente.-
Por
otro lado, cabe destacar la función disciplinadora que ejercieron las políticas
neoliberales implementadas por el gobierno de Menem primero, y De la Rúa
después. En este sentido, podemos mencionar la nueva Ley de Empleo “flexible”,
que legalizó los contratos temporales (contratos basura), a domicilio y a
tiempo parcial y disminuyó los costos por despidos, los cambios en el régimen
previsional y las modificaciones a la Ley de Convenios Colectivos, que
descentralizó la negociación a nivel de empresa y condicionó los aumentos
salariales al incremento de la productividad, para hacerla consistente con la
flexibilidad productiva requerida por el ajuste. El otro mecanismo que
contribuyó a despolitizar la acción sindical fue la profundización de sus
divisiones internas. Un papel importante, en este sentido, ejerció el gobierno
menemista a través de sus operadores, que se apoyaron en el control del PJ para
manipular y reducir a la CGT mayoritaria, provocando divisiones internas e
incentivando la dispersión en sus estructuras. Al mismo tiempo, en relación a
los grupos de confrontación, no dudó en responder a las primeras protestas
enviando a los actores en juego, señales inequívocas de su disposición a no
negociar bajo presión de utilizar medidas de fuerza.-
Con
pocas afiliaciones, producto del incremento del desempleo y del cuentapropismo
creciente, pero también de la crisis de la izquierda y la actitud pasiva e
individualista de algunos sectores de base, principalmente jóvenes, muchos de
los cuales se refugiaron en la cultura del consumo y los beneficios materiales,
y sin el respaldo de las instituciones laborales, muchos de cuyos dirigentes
fueron cooptados (como Cavallieri, Daer, Triaca, Lescano, etc.), contaban con
poca legitimidad social, o directamente no fueron reconocidos por el gobierno
como interlocutores válidos, el sindicalismo, que tradicionalmente había
expresado los reclamos de los sectores trabajadores, siendo la columna vertebral
del Movimiento Nacional Justicialista, experimentó una profunda crisis que se
manifestó en un notorio declive de su poder político. Como prueba de ello, debe
tenerse en cuenta que durante el peronismo, el sindicalismo aportaba los fondos
para las campañas electorales, las listas de candidatos se armaban en las sedes
gremiales y las redes de dirigentes y militantes obreros movilizaban a los
trabajadores a la hora de votar. Además, en 1974 este sector manejaba el
Ministerio de Trabajo y 8 vicegobernaciones y tenía 40 diputados en el
Congreso, además de una fuerte influencia en los aparatos partidarios. En 1983,
todavía había 35 diputados de origen gremial, diez años más tarde, eran sólo
10. En esas circunstancias de fuerte fragmentación y debilitamiento político
fueron crecientes las dificultades para coordinar alternativas antagónicas al
orden vigente.-
Hoy
claramente, frente a un escenario de ruptura, la pregunta es si el sindicalismo
será capaz de construir un “Partido Laborista” y si realmente Hugo Moyano
aspira a ello, lo cual parece difícil dadas las actuales circunstancias. Un
alto grado de trabajo informal, cercano al 40 %, pérdida de poder dentro de la
estructura del Partido Justicialista, falta de renovación de cuadros sindicales
jóvenes, falta de inserción territorial, avizoran un horizonte muy poco probable
de construir una herramienta política dentro del Movimiento Nacional. A estas
alturas, Hugo Moyano ha cavado una zanja muy ancha y el Gobierno empuja su
candidato para sucederlo, el Secretario General de la UOM, Antonio Caló. Las
preguntas que me hago y en cierto modo me desvelan, son las siguientes: ¿Por
qué sucede todo esto? ¿El Movimiento Obrero Organizado no es la columna
vertebral del Movimiento Nacional? ¿La disputa es solo por poder o hay algo
personal?
Creo
que Cristina Fernández debe tener respuesta a estas preguntas y muchísimas más.
Trato, con poco éxito, entender porque llegamos a esta situación. El Frente
para la Victoria no envía señales claras para quienes apoyamos a Cristina. Que
alguien me explique si es ilegítimo que la CGT reclame aumentos salariales,
ajustes en los valores del mínimo no imponible para la cuarta categoría del
Impuesto a las Ganancias, fondos de las Obras Sociales. Ningún dirigente
sindical, ni siquiera Caló guardará estos reclamos mucho tiempo, porque los
dirigentes marcharán a la cabeza o el pueblo marchará con la cabeza de los
dirigentes. Ningún dirigente que ocupe la Secretaría General de la CGT, dejará
de hacer estos tres reclamos básicos. Hugo Moyano cruzó el río Rubicón, la
suerte ya está echada, demostró que tiene poder de fuego pero que el sillón de
la CGT ya tiene otro dueño. Veremos como sigue esta película.-